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sábado, 4 de febrero de 2012

John Carlin, en el Pais

El diario El País publicó en su revista del Sábado, el pasado 28 de enero, un artículo sobre Mourinho que no tiene desperdicio. Vamos a destacar una parte del texto especialmente acertada:

-Es casi inevitable concluir que el motivo por el cual Mourinho cae tan mal entre tantos españoles (y más y más en el resto del mundo, ya que el Real Madrid es un fenómeno global) es que combina dos cualidades poco admirables en un ser humano: la inmadurez de un adolescente complicado con la intolerancia y la exigencia de lealtad absoluta de un dictador militar. Decía precisamente esto sobre Mourinho un conocido personaje del fútbol español en una conversación esta semana. Lo que le caracteriza, agregó, es un egocentrismo tan total que le da igual que el equipo a su mando sea el Madrid, el Chelsea, el Oporto o el Inter con tal de crear ejércitos en cuyos triunfos él se pueda vanagloriar; el fútbol es su escenario, pero no da ninguna sensación de amar el deporte en sí, como manifiestamente lo aman rivales suyos como Guardiola, o Alex Ferguson (del Manchester United), o Jorge Valdano. Lo suyo igual podría haber sido el béisbol, la banca o la política. Sería una traición mencionar el nombre del conocido personaje que citamos, pero tampoco es tan descabellada, o incluso tan especialmente aguda, su opinión. En realidad, es tan difícil de refutar como el brillante palmarés profesional del que Mourinho goza.

Como suele ser el caso en los adolescentes difíciles y los dictadores, el personaje que Mourinho expone al público (¿quién sabe, repetimos, cómo es en casa o con sus mejores amigos?) parece carecer de inteligencia emocional. Todos metemos la pata de vez en cuando, insultando al prójimo sin necesariamente querer hacerlo, delatando nuestras inseguridades o vanidades. Cuando lo recordamos, lo normal es ruborizarse y prometernos a nosotros mismos que no se va a repetir. Mourinho mete la pata una y otra vez, cayendo en el ridículo o el oprobio sin arrepentirse o siquiera, aparentemente, darse cuenta. No siente ninguna necesidad de corregir su comportamiento y, como carece de una figura paterna que le reprenda (más bien, es un adolescente consentido), lo sigue haciendo.

La notoriedad y el éxito le han devorado, y los únicos en España que han intentado cerrar los ojos a esta obviedad han sido los aficionados -aunque no todos, porque algunos siempre se sintieron molestos con él- del Real Madrid. Ahora, muchos que estaban dispuestos a darle el beneficio de la duda ya son incapaces de hacerlo. Hoy ya no genera tanta división como antes: hoy lo que hay es más bien un repudio generalizado. Con una notable excepción: el núcleo duro representado por el grupo conocido como los Ultra Sur, que aplaude el ojo en el dedo, que corea su nombre cuando los demás le pitan, que es incondicional en su lealtad al líder máximo y cuyas tendencias políticas, como es bien sabido, son -curiosa casualidad- de corte fascista.

Ahora, una de las grandes verdades del fútbol es que el estado de ánimo del aficionado puede cambiar de un día para otro. El Real Madrid cayó eliminado de la Copa del Rey tras un empate con el Barcelona en el Camp Nou esta semana, pero cayó con nobleza, mereciendo ganar. En el campo. Porque, una hora después del partido, Mourinho fue incapaz, una vez más, de controlar al Mr. Hyde que lleva dentro y en el parking del Camp Nou le dijo de todo al árbitro del partido. "Artista, jodes a los que trabajan", fueron sus palabras textuales. "No respetas a los profesionales serios. Ahora te vas a fumar un puro y te reirás, sinvergüenza".

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