
El señor en cuestión permitió a Estudiantes el único arma que podían intentar lucir frente a los culés, cortar el dominio azulgrana a base de agarrones y patadas que eran ignoradas como norma. El Barça no podia emplear la misma estrategia, porque entonces el árbitro no perdonaba una. Se le comenzó a ver el plumero con la tarjeta amarilla a Messi "por tirarse" cuando recibió un penalti. El segundo penalti no pitado serían unas manos dentro del área por parte de un defensa del conjunto argentino.
Los argentinos no exhibieron ninguna destreza deportiva, ni jugaron al futbol ni querían dejar jugar. Su único gol del partido fué en un fuera de juego de Boselli. Su portero perdia un minuto de tiempo cada vez que tocaba el balón, durante todo el segundo tiempo y gran parte de la prórroga. Apareció pedrito en el 89 para empatar, y ya en los 30 minutos adicionales marcó Messi con el escudo de su equipo. Entonces les entraron las prisas, y Valdés recibió tarjeta por perder tiempo, cuando solicitaba con todo su derecho la distancia de los delanteros rivales.
El mexicano éste, aun añadiendo tiempo de descuento a la propia prórroga, se quedó con las ganas de culminar una final que estaba pactada para los de la plata, y una vez más, fue el Barça el encargado de ejecutar la gesta de hundir a la tiranía.

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