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viernes, 7 de diciembre de 2012

Carlos nos recuerda robos históricos del Madrid a través de un aporte


Para interés y difusión antimadridista, aquí tenéis un artículo de Diego Valor publicado en el Diario Gol el 6 de abril de 2010, traducido del catalán, sobre algunas ayudas arbitrales favorables al Madrid y/o en contra del Barcelona publicado antes de un Clásico en el Bernabéu. Es un poco largo, pero merece la pena. El original se puede encontrar en las páginas 16 y 17 de éste pdf.
 

Los hijos de ‘Insausti’

La rivalidad Barça-Madrid es un hecho. Pero la historia nos revela lo difícil que es ganar en Madrid porque no sólo juegan once contra once, sino que hay mucho más y casi nunca ha sido justocon el Barça

Pep Guardiola dice que en el Bernabéu el Barça no se juega la Liga. Lo mismo dice Pellegrini. Quitan hierro. Evidentemente, el resultado final lo habrá decidido el campeón. Pero sí fundamental. Sobre todo, si el Barça es el ganador. Daría, además de un paso trascendental, un golpe moral a su rival, difícil de asimilar. Ciertamente mucho se juegan el sábado, porque en estos encuentros no sólo están los puntos, sino que hay algo más. Porque no se trata de un partido como otro. Es más que un partido. Lo fue ayer, lo es hoy y lo será mañana. La rivalidad entre madridistas y barcelonistas nunca ha dejado indiferente a nadie.

Este encuentro casi siempre ha sido calificado de "partido del año" y generalmente ha dado mucho que hablar. La primera vez que corrió la tinta a caudales fue hacia el año 1932, cuando el Madrid empataba en Les Corts (2-2) y se proclamaba campeón de Liga en medio de una bronca como no se había conocido hasta esa fecha. El árbitro, Insausti, la organizó. No señaló un penalti clamoroso en el área blanca y anuló un gol a todas luces legal del delantero azulgrana Ramon. Un maestro del periodismo, tan ecuánime y prudente en todas sus opiniones como José Luis Lasplazas, llegó a calificar la actuación del colegiado de "desgraciado arbitraje". En los años anteriores a la guerra civil, los malos arbitrajes eran coreados con el nombre de "Insausti, Insausti", que era lo peor que le podía pasar a un colegiado. Fue un grito de guerra como tres décadas más tarde pasó con Guruceta, después de aquel lamentable y provocador penalti que en una eliminatoria de Copa, cuando el Barça lo tenía todo de cara, señaló con pena máxima un derribo muy lejos del área de Rifé a Velázquez. Fue tal el escándalo deportivo / social / político provocado por Guruceta que, para compensar la directiva barcelonista, las autoridades subvencionaron en parte la construcción del Palau Blaugrana. En realidad, era para acallar la amargura y acabar de una vez por todas con las lamentaciones (justas) de la directiva barcelonista.

Entre Insausti y Guruceta, históricamente, muchas cosas habían pasado entre los dos clubes. La más sonada, una trampa que dispensaron al Barça en Chamartín, en un partido de vuelta de Copa. El Barça había ganado tres a cero en la ida y algunos jugadores madridistas justificaron la derrota con la dureza de algunos futbolistas. La directiva blanca, con el apoyo de gran parte de la prensa madrileña, organizó un recibimiento a los jugadores azulgranas como no se había visto nunca (ni se ha vuelto a ver). La prensa aireó un ambiente hostil con el Barça y no se sabe cómo, a la hora de abrir las puertas del estadio, aparecieron miles y miles de silbatos para que los aficionados recibieran con un silbido ensordecedor a los azulgrana. La bronca duró todo el partido. El Barça perdió por 11-1, como podía haber perdido por veinte. Lo que pasó en aquella ocasión, no tiene nombre. Joan Antoni Samaranch, el presidente honorario del COI, en aquellos años colaborador periodístico, testimonio excepcional de la encuentro, dejó constancia de parte lo que pasó en su crónica para el diario "La Prensa". Las tímidas críticas que insinuó en su artículo le merecieron algunas presiones políticas, lo que motivó que a partir de entonces ya no volviera a escribir nunca más sobre fútbol.

El fichaje de Di Stéfano

No hablamos aquí de lo que pasó en los años cincuenta con el fichaje de Alfredo Di Stéfano. Josep Samitier, la mítica leyenda del barcelonismo y por aquellos años secretario técnico del Barça, recomendó y llegó a un acuerdo con el delantero argentino para firmar contrato. Llegó a entrenar en Les Corts y alinear en un amistoso en Palafrugell, reforzando el conjunto de la costa. Marcó dos soberbios goles. El Madrid -y las autoridades del país- se acojonaron con lo que podía ser un Barcelona con Kubala y Di Stéfano y presionaron a quien entonces era presidente, Enric Martí Carreto, que acabó cediendo. Se decidió que jugara un año con el Madrid y otro con el Barça, y así sucesivamente, lo que provocó que fuera transferido de por vida y la junta directiva azulgrana acabó dimitiendo en bloque.

De estas tristes historias entre los dos clubes hay para escribir todo un libro. Si el ex presidente Enric Llaudet viviera podría explicar muchas de ellas y cómo llegó a tener que recusar hasta ¡Diez árbitros! Entre ellos, a quien hoy día aún lidera el ranking de jueces con mayor número de actuaciones, el navarro Daniel Zariquiegui (247 partidos que le igualará el sábado Mejuto González, el colegiado que dirigirá el partido del sábado). A Zariquiegui lo recusó a perpetuidad, no sólo por sus simpatías blancas, sino también porque en un partido jugado en Madrid, en esta ocasión ante el Atlético, al Barça le anuló dos goles y dejó de señalar dos penas máximas en el área 'rojiblanca'. Era el año 65. Fue tan escandalosamente parcial su actuación hasta conseguir que el conjunto madrileño venciera (3-2) que Llaudet anunció públicamente que "los jugadores del Barcelona percibirán la prima íntegra como si hubieran vencido, porque realmente han ganado diga lo que diga el marcador".

Enric Llaudet, que era temperamental e impulsivo cuando se cometía una injusticia con su club, tuvo muchos problemas en su etapa presidencial con los árbitros, y también con las autoridades. Montó en cólera cuando, con ocasión de un Madrid-Barça de Liga en 1966, el vizcaíno José María Mendibil (considerado el mejor árbitro de la época) dejó de sancionar una falta grave en el área local y cuando el marcador ya parecía inamovible... alargó el partido incomprensiblemente hasta que el delantero Veloso marcó el gol de lavictoria en el 95 . El defensa barcelonista le dijo de todo el túnel del vestuario, y lo sancionaron con tres partidos. El escrito que Llaudet dirigió a las autoridades no tenía desperdicio. Por cierto, Ortiz de Mendibil dirigió un Madrid-Barcelona que tuvo como protagonistas al defensa blanco Pedro De Felipe y el delantero azulgrana Miguel Ángel Bustillo. El ariete zaragocista había sido fichado por el Barça como el goleador más prometedor del fútbol español. En su debut oficial con el equipo, en la primera jornada de Liga (14-9-69), a los cinco minutos ya había marcado dos goles en la portería blanca. Dos balones, dos goles. La tercera pelota que recibió, minuto ocho, una violenta entrada de De Felipe acabó con su carrera deportiva en el Barça. Padeció una tríada en la rodilla izquierda. El doctor que lo operó (Joaquim Cabot) al salir del quirófano dijo que aquella rodilla era "una catástrofe".

La final de las botellas

Bustillo, a pesar de sus veinte años, nunca más volvió a ser el delantero que había sido. En aquella carnicería del Bernabéu, Ortiz de Mendibil no sólo no lo expulsó, ni el amonestó. Y el defensa, ni se disculpó. Viví aquel proceso y su amargura personal, ya que me unía una buena amistad con él ya veces comíamos en un restaurante de la calle París, donde también juntaba Dueñas, otro gran delantero que tampoco tuvo suerte al Barça, y Joaquim Ibarz, el actual corresponsal de La Vanguardia en México.

Entonces, el presidente del Barça era Narcís de Carreras, un gran señor a quien le tocó vivir también en el Bernabéu la desgraciada final de Copa conocida como la "de las botellas". Fue una de las más tristes de la historia. El Barça venció 0-1 con un gol de Zunzunegui en propia puerta. Un gran sector del público no supo aceptar buen grado la superioridad del cuadro azulgrana y su justa victoria final. Al final del encuentro, mientras algunos jugadores corrían desesperados hacia el túnel de vestuarios para evitar las botellas que llovían de las gradas, otros tuvieron ser protegidos por la policía. Fue un mal perder como no se recuerda. El árbitro de aquella final era el mallorquín Antoni Rigo a quien, ya antes del encuentro, se le hizo una gran campaña en contra por parte de alguna prensa madrileña, pero el colegiado no se dejó intimidar, aunque el día antes también había sido presionado por las autoridades deportivas para que no fuera contra corriente. A raíz del partido, a Rigo se fue arrinconando hasta que, con ocasión del "caso Guruceta" al no firmar una carta de adhesión a favor del presidente del Colegio de Árbitros, José Plaza, ya dejaron casi sin arbitrar por terminar diciendo lo mismo Plaza que "Rigo ya no volverá a arbitrar". Tiempo después, Rigo decidió romper su silencio y aceptó (en 1976) la invitación de un programa deportivo de TVE en Barcelona, "Polideportivo". En el plató no se mordió la lengua: "Es una cuestión personal. Cuando iba a dirigir la final de Copa entre el Real Madrid y el Barcelona en 1968, Plaza me insinuó que favoreciera el Madrid. Por supuesto, no hice caso". Esta negativa a inclinarse la balanza a favor de lo que entonces era "equipo del régimen" le significó, de entrada, perder la internacionalidad y, poco a poco, ir dejando de arbitrar.

Trato de favor blanco

Pero los 'Rigo' no abundaron. La mayoría de colegiados (salvo algunas excepciones) siempre han preferido escoger el camino que un día señalara Insausti. "Con el Madrid todo, sin el Madrid, nada". Y este espíritu de héroe, de juez inapelable, no lo quiso seguir, por ejemplo, Pascual Tejerina que, en un mes de mayo de 1972, dejó claro en El Arcángel cómo se podía robar por dictadura-decreto un título. Era la penúltima jornada del campeonato, el Barcelona lo tenía todo para proclamarse campeón. Necesitaba ganar ante un Córdoba que no era rival de cuidado, a pesar de tener a sus filas algunas promesas (Del Bosque, Fermín y Tejada). Pero el Barça era infinitamente superior. No obstante esto, allí había alguien para impedir que el Barça fuera campeón. De perder el cuadro azulgrana, el Madrid se alzaba con el título. Y en medio de una impotencia colectiva barcelonista, Pascual Tejerina se salió con la suya. Tres clarísimos penaltis en el área cordobesa no fueron señalados y, en cambio, la única vez que un delantero local pisaba el área, Manolín Cuesta se dejó caer ante Rifé y el árbitro, ni corto ni perezoso, señaló pena máxima ante la sorpresa de todos (incluido el público). Lo transformó Fermín (un jugador que llegó a ser el representante de Raúl González) y se acabó la Liga. Además, Tejerina había permitido a un defensa local (López) utilizar toda la violencia del mundo ante los delanteros azulgrana. Ese arbitraje fue un poco vergonzoso. Pascual Tejerina quiso seguir el camino que un día señalara Insausti y que colegiados como Fombona, Gardeazabal, Birigay, Zariquiegui, Ortiz de Mendibil y Guruceta honraron siempre su memoria.

Hay, evidentemente muchos más "Insausti". Las nuevas generaciones conocen, por ejemplo, casos como los del canario Brito Arceo o, más recientemente, Losantos Omar, que también un Madrid-Barcelona, ​​en una noche mágica de Rivaldo impidió que el brasileño consiguiera un hat-trick y con ello su equipo se apuntase la victoria en el Bernabéu. El partido estaba dos a dos cuando, en el tiempo de descuento, Rivaldo marcó un formidable y legal gol y el colegiado, ante el estupor de los barcelonistas, impidió que subiera al marcador. Fue un robo con todas las de la ley.

Un desaparecido maestro del fútbol, y nunca olvidado, Domènec Balmanya, siempre me había comentado que para vencer en el Bernabéu debías tener la tarde de cara y un árbitro con cojones. Está claro que cuando el Barça ha salido triunfador, que lo ha hecho en algunas ocasiones, ha venido acompañado de estas dos recetas. Hay una exhibición barcelonista de imborrable recuerdo sucedida en la época de Helenio Herrera. Año 1959. En Chamartín, Madrid y Barça SE enfrentaban en la Copa. En la primera parte, el once de Carniglia imponía el marcador 2-0. Al llegar al descanso, los vestuarios, HH habla con el capitán del equipo, Juanito Segarra y el resto de los jugadores. Les dice: "Tranquilos, chicos, están jugando muy bien. Ellos ya no pueden ni con los calzoncillos. No han visto cómo se les sujetaba Di Stéfano. Salgan a jugar como ustedes saben que esto está chupado". Los jugadores, como hipnotizados, realizaron la mejor segunda parte que se recuerda. Aquel 2-0 se transformó en un 2-4. Fue una de las pocas veces que el conjunto barcelonista abandonó el estadio madridista ovacionado. Fue una exhibición.

Del 0-5 al 2-6

Después han llegado otras tardes memorables. Como la del histórico 0-5 que tuve el privilegio de presenciar junto al ya desaparecido nobel, Camilo José Cela me dijo: "Hoy, este Barça no lo paran ni tres árbitros". Y así fue. Ciertamente, aquel Barça de Rexach, Marcial, Cruyff, Asensi y Sotil era imposible de frenar.

Años más tarde, en la primera temporada de Venables, el Barça dio otra lección magistral de la mano de Ramon Calderé (0-3). Y es inolvidable, por ejemplo, la tarde en que Ronaldinho quiso demostrar quién era el mejor club y quién era el mejor jugador. La exhibición del Gaucho es aún hoy en la retina de todos los buenos aficionados. Es imposible olvidar aquellas insólitas imágenes de los telediarios con un aficionado, puro en mano, con la bufanda del Madrid aplaudiendo y rendido ante la exhibición culé.

Y la última demostración de fortaleza: la del año pasado, con aquel recital de juego que terminó con una fabulosa demostración ante el hundimiento generalizado de todos: un 2-6 que ha marcado y marcará historia de por vida, y que, como es tan reciente en el tiempo, aún angustia.

Dando como buenas las palabras de Balmanya, el hombre que lo fue todo en el fútbol, ​​el Barça en el Bernabéu debe ser extraordinariamente superior y que lo acompañe un árbitro que no pretenda pasar a la historia como un héroe blanco más. Mejuto González, el elegido, que además este año se retira al cumplir 45 años la próxima semana, tiene la oportunidad dejar un buen recuerdo para la posteridad o pasar a ser, como tantos otros, un nuevo "hijo de Insausti". Pero por lo que le queda en el convento, el asturiano puede retirar por la puerta grande. Con la dignidad que un día tuvo, por citar un caso, el olvidado Rigo al que no le permitieron esta retirada de privilegio para negarse a favorecer el Madrid como descaradamente le había pedido su presidente, el siempre recordado Plaza.

2 comentarios:

Anónimo dijo...

Esto hay que difundirlo y que se vea la gran mentira blanca y lo que han chorizado esta gentuza

Anónimo dijo...

Asco de mierda mafiosa / ladrones sinvergüenzas