Para interés y difusión antimadridista, aquí tenéis un artículo de Diego Valor publicado en el Diario Gol el 6 de abril de 2010, traducido del catalán, sobre algunas ayudas arbitrales favorables al Madrid y/o en contra del Barcelona publicado antes de un Clásico en el Bernabéu. Es un poco largo, pero merece la pena. El original se puede encontrar en las páginas 16 y 17 de éste pdf.
Los
hijos de ‘Insausti’
La
rivalidad Barça-Madrid
es un hecho. Pero la historia nos revela lo difícil que es ganar en
Madrid porque no sólo juegan once contra once, sino que hay mucho
más y casi nunca ha sido justocon el Barça
Pep
Guardiola dice que en el Bernabéu el Barça no se juega la Liga. Lo
mismo dice Pellegrini. Quitan hierro. Evidentemente, el resultado
final lo habrá decidido el campeón. Pero sí fundamental. Sobre
todo, si el Barça es el ganador. Daría, además de un paso
trascendental, un golpe moral a su rival, difícil de asimilar.
Ciertamente mucho se juegan el sábado, porque en estos encuentros no
sólo están los puntos, sino que hay algo más. Porque no se trata
de un partido como otro. Es más que un partido. Lo fue ayer, lo es
hoy y lo será mañana. La rivalidad entre madridistas y
barcelonistas nunca ha dejado indiferente a nadie.
Este
encuentro casi siempre ha sido calificado de "partido del año"
y generalmente ha dado mucho que hablar. La primera vez que corrió
la tinta a caudales fue hacia el año 1932, cuando
el Madrid empataba en Les Corts (2-2) y se proclamaba campeón de
Liga en medio de una bronca como no se había conocido hasta esa
fecha. El árbitro, Insausti, la organizó. No señaló un penalti
clamoroso en el área blanca y anuló un gol a todas luces legal del
delantero azulgrana Ramon. Un maestro del periodismo, tan ecuánime y
prudente en todas sus opiniones como José Luis Lasplazas, llegó a
calificar la actuación del colegiado de "desgraciado
arbitraje". En los años anteriores a la guerra civil, los malos
arbitrajes eran coreados con el nombre de "Insausti, Insausti",
que era lo peor que le podía pasar a un colegiado. Fue un grito de
guerra como tres décadas más tarde pasó con Guruceta, después de
aquel lamentable y provocador penalti que en una eliminatoria de
Copa, cuando el Barça lo tenía todo de cara, señaló con pena
máxima un derribo muy lejos del área de Rifé a Velázquez. Fue tal
el escándalo deportivo / social / político provocado por Guruceta
que, para compensar la directiva barcelonista, las autoridades
subvencionaron en parte la construcción del Palau Blaugrana. En
realidad, era para acallar la amargura y acabar de una vez por todas
con las lamentaciones (justas) de la directiva barcelonista.
Entre
Insausti y Guruceta, históricamente, muchas cosas habían pasado
entre los dos clubes. La más sonada, una trampa que dispensaron al
Barça en Chamartín, en un partido de vuelta de Copa. El Barça
había ganado tres a cero en la ida y algunos jugadores madridistas
justificaron la derrota con la dureza de algunos futbolistas. La
directiva blanca, con el apoyo de gran parte de la prensa madrileña,
organizó un recibimiento a los jugadores azulgranas como no se había
visto nunca (ni se ha vuelto a ver). La prensa aireó un ambiente
hostil con el Barça y no se sabe cómo, a la hora de abrir las
puertas del estadio, aparecieron miles y miles de silbatos para que
los aficionados recibieran con un silbido ensordecedor a los
azulgrana. La bronca duró todo el partido. El Barça perdió por
11-1, como podía haber perdido por veinte. Lo que pasó en aquella
ocasión, no tiene nombre. Joan Antoni Samaranch, el presidente
honorario del COI, en aquellos años colaborador periodístico,
testimonio excepcional de la encuentro, dejó constancia de parte lo
que pasó en su crónica para el diario "La Prensa". Las
tímidas críticas que insinuó en su artículo le merecieron algunas
presiones políticas, lo que motivó que a partir de entonces ya no
volviera a escribir nunca más sobre fútbol.
El
fichaje de Di Stéfano
No
hablamos aquí
de lo que pasó en los años cincuenta con el fichaje de Alfredo Di
Stéfano. Josep Samitier, la mítica leyenda del barcelonismo y por
aquellos años secretario técnico del Barça, recomendó y llegó a
un acuerdo con el delantero argentino para firmar contrato. Llegó a
entrenar en Les Corts y alinear en un amistoso en Palafrugell,
reforzando el conjunto de la costa. Marcó dos soberbios goles. El
Madrid -y las autoridades del país- se acojonaron con lo que podía
ser un Barcelona con Kubala y Di Stéfano y presionaron a quien
entonces era presidente, Enric Martí Carreto, que acabó cediendo.
Se decidió que jugara un año con el Madrid y otro con el Barça, y
así sucesivamente, lo que provocó que fuera transferido de por vida
y la junta directiva azulgrana acabó dimitiendo en bloque.
De estas
tristes historias entre los dos clubes hay para escribir todo un
libro. Si el ex presidente Enric Llaudet viviera podría explicar
muchas de ellas y cómo llegó a tener que recusar hasta ¡Diez
árbitros! Entre ellos, a quien hoy día aún lidera el ranking de
jueces con mayor número de actuaciones, el navarro Daniel
Zariquiegui (247 partidos que le igualará el sábado Mejuto
González, el colegiado que dirigirá el partido del sábado). A
Zariquiegui lo recusó a perpetuidad, no sólo por sus simpatías
blancas, sino también porque en un partido jugado en Madrid, en esta
ocasión ante el Atlético, al Barça le anuló dos goles y dejó de
señalar dos penas máximas en el área 'rojiblanca'. Era el año 65. Fue
tan escandalosamente parcial su actuación hasta conseguir que el
conjunto madrileño venciera (3-2) que Llaudet anunció públicamente
que "los jugadores del Barcelona percibirán la prima íntegra
como si hubieran vencido, porque realmente han ganado diga lo que
diga el marcador".
Enric
Llaudet, que era temperamental e impulsivo cuando se cometía una
injusticia con su club, tuvo muchos problemas en su etapa
presidencial con los árbitros, y también con las autoridades. Montó
en cólera cuando, con ocasión de un Madrid-Barça de Liga en 1966,
el vizcaíno José María Mendibil (considerado el mejor árbitro de
la época) dejó de sancionar una falta grave en el área local y
cuando el marcador ya parecía inamovible... alargó el partido
incomprensiblemente hasta que el delantero Veloso marcó el gol de lavictoria en el 95 . El
defensa barcelonista le dijo de todo el túnel del vestuario, y lo
sancionaron con tres partidos. El escrito que Llaudet dirigió a las
autoridades no tenía desperdicio. Por cierto, Ortiz de Mendibil
dirigió un Madrid-Barcelona que tuvo como protagonistas al defensa
blanco Pedro De Felipe y el delantero azulgrana Miguel Ángel
Bustillo. El ariete zaragocista había sido fichado por el Barça
como el goleador más prometedor del fútbol español. En su debut
oficial con el equipo, en la primera jornada de Liga (14-9-69), a los
cinco minutos ya había marcado dos goles en la portería blanca. Dos
balones, dos goles. La tercera pelota que recibió, minuto ocho, una
violenta entrada de De Felipe acabó con su carrera deportiva en el
Barça. Padeció una tríada en la rodilla izquierda. El
doctor que lo operó (Joaquim Cabot) al salir del quirófano dijo que
aquella rodilla era "una catástrofe".
La
final de las botellas
Bustillo,
a pesar de sus veinte años, nunca más volvió a ser el delantero
que había sido. En aquella carnicería del Bernabéu, Ortiz de
Mendibil no sólo no lo expulsó, ni el amonestó. Y el defensa, ni
se disculpó. Viví aquel proceso y su amargura personal, ya que me
unía una buena amistad con él ya veces comíamos en un restaurante
de la calle París, donde también juntaba Dueñas, otro gran
delantero que tampoco tuvo suerte al Barça, y Joaquim Ibarz, el
actual corresponsal de La Vanguardia en México.
Entonces,
el presidente del Barça era Narcís de Carreras, un gran señor a
quien le tocó vivir también en el Bernabéu la desgraciada final de
Copa conocida como la "de las botellas". Fue una de las más
tristes de la historia. El Barça venció 0-1 con un gol de
Zunzunegui en propia puerta. Un gran sector del público no supo
aceptar buen grado la superioridad del cuadro azulgrana y su justa
victoria final. Al final del encuentro, mientras algunos jugadores
corrían desesperados hacia el túnel de vestuarios para evitar las
botellas que llovían de las gradas, otros tuvieron ser protegidos
por la policía. Fue un mal perder como no se recuerda. El árbitro
de aquella final era el mallorquín Antoni Rigo a quien, ya antes del
encuentro, se le hizo una gran campaña en contra por parte de alguna
prensa madrileña, pero el colegiado no se dejó intimidar, aunque el
día antes también había sido presionado por las autoridades
deportivas para que no fuera contra corriente. A raíz del partido, a
Rigo se fue arrinconando hasta que, con ocasión del "caso
Guruceta" al no firmar una carta de adhesión a favor del
presidente del Colegio de Árbitros, José Plaza, ya dejaron casi sin
arbitrar por terminar diciendo lo mismo Plaza que "Rigo ya no
volverá a arbitrar". Tiempo después, Rigo decidió romper su
silencio y aceptó (en 1976) la invitación de un programa deportivo
de TVE en Barcelona, "Polideportivo". En el plató no se
mordió la lengua: "Es una cuestión personal. Cuando
iba a dirigir la final de Copa entre el Real Madrid y el Barcelona en
1968, Plaza me insinuó que favoreciera el Madrid. Por supuesto, no
hice caso". Esta negativa a inclinarse la balanza a favor de lo
que entonces era "equipo del régimen" le significó, de
entrada, perder la internacionalidad y, poco a poco, ir dejando de
arbitrar.
Trato
de favor blanco
Pero los
'Rigo' no abundaron. La mayoría de
colegiados (salvo algunas excepciones) siempre han preferido escoger
el camino que un día señalara Insausti. "Con el Madrid todo,
sin el Madrid, nada". Y este espíritu de héroe, de juez
inapelable, no lo quiso seguir, por ejemplo, Pascual Tejerina que, en
un mes de mayo de 1972, dejó claro en El Arcángel cómo se podía
robar por dictadura-decreto un título. Era la penúltima jornada del
campeonato, el Barcelona lo tenía todo para proclamarse campeón.
Necesitaba ganar ante un Córdoba que no era rival de cuidado, a
pesar de tener a sus filas algunas promesas (Del Bosque, Fermín y
Tejada). Pero el Barça era infinitamente superior. No obstante esto,
allí había alguien para impedir que el Barça fuera campeón. De
perder el cuadro azulgrana, el Madrid se alzaba con el título. Y en
medio de una impotencia colectiva barcelonista, Pascual Tejerina se
salió con la suya. Tres clarísimos penaltis en el área cordobesa
no fueron señalados y, en cambio, la única vez que un delantero
local pisaba el área, Manolín Cuesta se dejó caer ante Rifé y el
árbitro, ni corto ni perezoso, señaló pena máxima ante la
sorpresa de todos (incluido el público). Lo transformó Fermín (un
jugador que llegó a ser el representante de Raúl González) y se
acabó la Liga. Además, Tejerina había permitido a un defensa local
(López) utilizar toda la violencia del mundo ante los delanteros
azulgrana. Ese arbitraje fue un poco vergonzoso. Pascual Tejerina quiso seguir el
camino que un día señalara Insausti y que colegiados como Fombona,
Gardeazabal, Birigay, Zariquiegui, Ortiz de Mendibil y Guruceta
honraron siempre su memoria.
Hay,
evidentemente muchos más "Insausti". Las nuevas
generaciones conocen, por ejemplo, casos como los del canario Brito
Arceo o, más recientemente, Losantos Omar, que también un
Madrid-Barcelona, en una noche mágica de Rivaldo impidió que
el brasileño consiguiera un hat-trick y con ello su equipo se
apuntase la victoria en el Bernabéu. El partido estaba dos a dos
cuando, en el tiempo de descuento, Rivaldo marcó un formidable y
legal gol y el colegiado, ante el estupor de los barcelonistas,
impidió que subiera al marcador. Fue
un robo con todas las de la ley.
Un
desaparecido maestro del fútbol, y nunca olvidado, Domènec
Balmanya, siempre me había comentado que para vencer en el Bernabéu
debías tener la tarde de cara y un árbitro con cojones. Está claro
que cuando el Barça ha salido triunfador, que lo ha hecho en algunas
ocasiones, ha venido acompañado de estas dos recetas. Hay
una exhibición barcelonista de imborrable recuerdo sucedida en la
época de Helenio Herrera. Año 1959. En Chamartín, Madrid y Barça
SE enfrentaban en la Copa. En la primera parte, el once de Carniglia
imponía el marcador 2-0. Al llegar al descanso, los vestuarios, HH
habla con el capitán del equipo, Juanito Segarra y el resto de los
jugadores. Les dice: "Tranquilos, chicos, están jugando muy
bien. Ellos ya no pueden ni con los calzoncillos. No han visto cómo
se les sujetaba Di Stéfano. Salgan a jugar como ustedes saben que
esto está chupado". Los jugadores, como hipnotizados,
realizaron la mejor segunda parte que se recuerda. Aquel 2-0 se
transformó en un 2-4. Fue una de las pocas veces que el conjunto
barcelonista abandonó el estadio madridista ovacionado. Fue una
exhibición.
Del
0-5 al 2-6
Después
han llegado otras tardes memorables. Como la del histórico 0-5 que
tuve el privilegio de presenciar junto al ya desaparecido nobel,
Camilo José Cela me dijo: "Hoy, este Barça no lo paran ni tres
árbitros". Y así fue.
Ciertamente, aquel Barça de Rexach, Marcial, Cruyff, Asensi y Sotil
era imposible de frenar.
Años
más tarde, en la primera temporada de Venables, el Barça dio otra
lección magistral de la mano de Ramon Calderé (0-3). Y
es inolvidable, por ejemplo, la tarde en que Ronaldinho quiso
demostrar quién era el mejor club y quién era el mejor jugador. La
exhibición del Gaucho es aún hoy en la retina de todos los buenos
aficionados. Es imposible olvidar aquellas insólitas imágenes de
los telediarios con un aficionado, puro en mano, con la bufanda del
Madrid aplaudiendo y rendido ante la exhibición culé.
Y la
última demostración de fortaleza: la del año pasado, con aquel
recital de juego que terminó con una fabulosa demostración ante el
hundimiento generalizado de todos: un 2-6 que ha marcado y marcará
historia de por vida, y que, como es tan reciente en el tiempo, aún
angustia.
Dando
como buenas las palabras de Balmanya, el hombre que lo fue todo en el
fútbol, el Barça en el Bernabéu debe ser extraordinariamente
superior y que lo acompañe un árbitro que no pretenda pasar a la
historia como un héroe blanco más. Mejuto
González, el elegido, que además este año se retira al cumplir 45
años la próxima semana, tiene la oportunidad dejar un buen recuerdo
para la posteridad o pasar a ser, como tantos otros, un nuevo "hijo
de Insausti". Pero por lo que le queda en el convento, el
asturiano puede retirar por la puerta grande. Con la dignidad que un
día tuvo, por citar un caso, el olvidado Rigo al que no le
permitieron esta retirada de privilegio para negarse a favorecer el
Madrid como descaradamente le había pedido su presidente, el siempre
recordado Plaza.
2 comentarios:
Esto hay que difundirlo y que se vea la gran mentira blanca y lo que han chorizado esta gentuza
Asco de mierda mafiosa / ladrones sinvergüenzas
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